Wu Ming, Esta revolución no tiene rostro

Desde principios y mediados de los 90, un puñado de italianos se embarcaron en una exploración de la simbología contemporánea con la intención de comprender si es posible una reutilización libertaria y no alienante de los mitos. Los miembros de Wu Ming participaron activamente en aquella experimentación como fundadores del proyecto Luther Blissett, un pseudónimo multi-uso que fue adoptado por cientos de personas interesadas en construir la reputación subversiva de un imaginario Robin Hood, elegido como líder virtual de una comunidad abierta que se desarrollaba mediante intervenciones en los medios de comunicación, creación de mitos, escritura subversiva, performances radicales y sabotaje cultural. Con este pseudónimo firmaron Q, para después de su publicación abandonarlo y constituirse como colectivo de escritores y activistas en torno a una nueva firma, Wu Ming, que en chino significa "Sin nombre". Un desarrollo de la apuesta por elaborar una narrativa de emancipación muy pegada al cuerpo del (mal llamado) "movimiento antiglobalización".

Esta revolución no tiene rostro agrupa textos escritos durante los últimos dos años en condiciones y con intenciones muy variopintas: los hay de coyuntura política, cuentos, investigaciones sobre "formas de vida", relatos de la acción política del movimiento global, cartas a periódicos italianos, panfletos, manifiestos, declaraciones, etc. Una buena muestra de la producción de uno de los experimentos político-literarios más relevantes de los últimos años.

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Robert Louis Stevenson: Moral laica

En este valiente ensayo, Robert Louis Stevenson se refiere a la rectitud, al honor: palabras poco frecuentes en los ensayistas actuales y que habría que recuperar; palabras que son campanas de atención para un mundo demasiado olvidadizo. Aborda también el campo de la educación y las relaciones laborales, y ahonda en la investigación de nuestra propia naturaleza con su habitual perspicacia y vigor. Stevenson, cuyo cuerpo siempre estuvo acosado por la enfermedad, a ese estado corporal incurable opuso siempre una alegría y salud incurables también, una salud que supo extraer del fondo de su alma y del alma de las cosas. Esa salud eterna de la que supo gozar le sigue haciendo vivir: en sus palabras cuando le leemos y al infundirnos de su valiente ánimo. En él encontramos un maravilloso compañero de viaje.