Máquina de guerra


La seducción como guerra. Se habla de estar como un «cañón», con una metáfora que pertenece cada vez menos al registro de la estética y cada vez más al de la balística



"La autenticidad es invalorable; la originalidad es inexistente" (Jim Jarmusch)


"Nada es original. Roba de cualquier lugar que haga resonar a tu inspiración o que alimente tu imaginación. Devora películas viejas o nuevas, música, libros, pinturas, fotografías, poemas, sueños, conversaciones aleatorias, obras de arquitectura, puentes, señales callejeras, árboles, nubes, cuerpos de agua, luz y sombras. Elige para robar sólo las cosas que te hablen directamente al alma. Si lo haces de este modo, tu trabajo (y tus robos) serán auténticos. La autenticidad es invalorable; la originalidad es inexistente. Y no te molestes en ocultar tus hurtos -celébralos si tienes ganas. En todo caso, recuerda siempre lo que dijo Jean-Luc Godard: "No se trata de de dónde tomas las cosas, se trata de a dónde las llevas".

Jim Jarmusch

El gordo de Megaupload y otras películas

Por Leónidas Martín Saura

Hace unos días empecé a ver una colección buenísima de películas japonesas de ciencia ficción. Estaban todas realizadas en la década de los cincuenta, con muy poco presupuesto; los efectos especiales lo eran no tanto por su ímproba sofisticación como por lo mucho que —obviamente— se notaban. Encontré estas películas un día por casualidad mientras buscaba otra cosa en la Red, colgadas en una página muy rara. De las seis, había visto ya tres de ellas y me habían gustado mucho, con todos esos monstruos de plastilina y los escenarios de cartón piedra. Me encontraba ya completamente enganchado cuando van y, de pronto, cierran Megaupload.

Desde ese momento las he buscado por todos los rincones de internet. Nada. Tampoco las venden en las tiendas, ni las pasan en ninguna sala de cine, ni centro cultural que yo conozca. Muy a mi pesar, he ido poco a poco dándolas por perdidas; parece que ahora me toca probar anuevas experiencias audiovisuales, y en eso estoy. Ayer, por ejemplo, vi la televisión, ya sabéis, Urdangarín, SGAE, los trajes de Camps y todo eso. Durante todo el Telediario no dejé ni un segundo de pensar en el monstruo aquel de los rayos intermitentes: ¿lograrían finalmente acabar con él? El único relato televisivo que atrajo un poco mi atención fue ese que han construido alrededor de la figura de Kim Dotcom, el chico entradito en carnes creador de Megaupload. Digo lo de «entradito en carnes» porque esta característica física de Dotcom es parte del storytelling que acompaña a su noticia. Una noticia emitida por todos los canales de televisión del mundo, una y mil veces, y cuyo relato podría resumirse así: un gordinflón sin escrúpulos que se aprovecha de la gente común, como tú y como yo, para forrarse de pasta, comprarse mansiones, coches caros y alguna que otra pistola también. Menos mal que el F.B.I. pasaba por ahí y nos ha salvado la vida de nuevo.

Esto sí que es ciencia ficción de la buena —pensé.

Según cuentan, lo que ha hecho el gordito de Megaupload es algo intolerable, un acto tiránico y despótico; lo peor que alguien puede llegar a hacer jamás. Quizá tengan razón, quién sabe; sin embargo, ¿no es eso lo que hace cualquier empresario capitalista, incluidos, por supuesto, todos aquellos que ahora condenan a Dotcom? Siempre que aparece una nueva demanda social (acceder a la cultura sin intermediarios, por ejemplo), ¿no aparece también siempre un tío como el director de Megaupload y monta la infraestructura capaz de responder a dicha demanda a cambio de dinero? ¿Qué hay de raro en ello? A mí me parece algo casi natural en el mundo en el que vivimos. Un mundo en el que todo se ha convertido en mercancía, y la cultura más. Los que se rasgan las vestiduras y apoyan la operación policial contra Megaupload dicen hacerlo en nombre de la cultura, pero eso no es verdad. Lo hacen en nombre de la propiedad intelectual, que no es lo mismo. Para comprobar esto que digo no tienes más que preguntarte si Megaupload ha interrumpido en algún momento la transmisión cultural, o sea, aquello que permite a la cultura reproducirse y seguir viva. ¿A qué no lo ha hecho? Todo lo contrario. Gracias a Megaupload, yo he visto, por ejemplo, algunas películas frikis japonesas que antes no sabía ni que existían. Otra cosa bien distinta es cómo ha afectado esto a los negocios apoyados en la propiedad intelectual, la del Copyright, la que se sostiene sobre el principio de «Todos los derechos reservados». Para estos negocios es verdad que Megaupload significaba un inconveniente, un obstáculo es su camino hacia las mansiones, los coches caros y las armas. Por eso se lo han cargado.

Si hablas con los que defienden esta intervención del F.B.I., que, por cierto, para llevarse a cabo ha necesitado saltarse muchas de las garantías del Estado de derecho como son la privacidad del usuario, o la soberanía jurídica nacional; si hablas —decía— con alguno de ellos, te dirán que el fin justifica los medios, que lo más importante ahora, lo que está por encima de todo, es detener «el asalto pirata que sufren los creadores». Quien así opina lo hace por dos razones. Una, porque es un mentiroso, o dos, porque está muy mal informado y confunde crear con poseer.

El autor es aquél que crea un bien cultural, pero eso no quiere decir que ese bien cultural le pertenezca. Los bienes culturales sólo pertenecen a la humanidad. Para crear un bien cultural, todo autor necesita del conocimiento común acumulado en la cultura. Si es un director de cine necesita ver otras películas; escuchar otras composiciones si es un músico; leer otras libros si es un escritor. Ésa es la fuente de la que mana su nueva creación, sin ella nadie puede llegar a crear nada. En términos culturales, todo lo que se escapa a esta lógica, carece de sentido. ¿Os imagináis a Einstein guardándose para él solo la fórmula de la relatividad, o prohibiendo su uso a según qué personas?

Defender, como yo defiendo, esta definición de cultura, no significa, ni mucho menos, abolir el reconocimiento. Otro error habitual presente en los discursos de aquellos que han cerrado Megaupload. Todo autor debe ser reconocido por su trabajo, «el que no es agradecido, no es bien nacido», decía mi madre. Es deber de la comunidad reconocer siempre a aquél que con su esfuerzo aporta algo beneficioso para ella. Ese reconocimiento puede —y debe— ser de muchos tipos, no únicamente económico, como defiende la actual legislación de la propiedad intelectual, aunque es verdad que éste, el económico, hay que tenerlo muy en cuenta. Por eso es importante ir pensando en nuevos modelos económicos adaptados a las condiciones sociales y tecnológicas de nuestra época. Algo que se torna muy difícil si la ley lo prohíbe en defensa del mantenimiento de un sistema obsoleto.

Yo no apoyo a Megaupload ni a su orondo director, tampoco apruebo su modelo de negocio. Para mí, Megaupload no es más que otro ejemplo de la condición tan miserable en la que se encuentra la cultura de nuestros días. Es evidente que mientras continuemos tratándola como una mercancía, cientos de Kim Dotcom (o gente mucho peor) seguirán apareciendo por todas partes. Es inevitable. Como también lo es el hecho de que los 180 millones de usuarios que estábamos registrados en Megaupload, más todos los otros que usaban a diario sus servidores de manera gratuita, volvamos a utilizar cada nuevo sistema de intercambio de archivos que aparezca. ¿Por qué? Porque no nos queda otro remedio, sencillamente por eso. Porque intercambiar cultura no es un capricho, es una necesidad humana además de la condición única por la que la cultura pervive. Todo el mundo sabe que ahora disponemos de una tecnología ideal para ello y no estamos dispuestos a renunciar a eso. Al menos, no sin protestar.

Ya me gustaría a mí que un día no fuese una empresa privada la que ofreciese la capacidad tecnológica de intercambiar cultura. Claro que molaría que fuese una Institución pública, y que lo hiciese porque hubiera comprendido que la cultura es un bien común, y que para seguir viva necesita moverse sin restricciones, libremente, fuera de la lógica del mercado. Eso no estaría mal, nada mal. Pero creer que algo así pueda suceder hoy es ciencia ficción. El presente es la Ley Sinde, La S.O.P.A, el cierre de Megaupload y todo lo que sea necesario para sostener un sistema de propiedad intelectual que ya no se tiene en pie, que está obsoleto. Así podrán por un tiempo frenar —e incluso detener— la potencia cultural latente en las tecnologías de nuestro presente, pero esa potencia terminará abriéndose paso, se desplegará les guste o no. Eso es algo que sabemos todos: los que han cerrado Megaupload, los que apuestan por la cultura libre y yo, que quiero ver esas tres películas japonesas que me faltan.


Mayo del 68 y el 15-M

De una primavera a otra: Mayo del 68 y el 15-M
Desde la Asamblea Popular del Barrio de Malasaña queremos invitaros a participar en la proyección de cine y posterior debate, que se celebrarán el viernes 20 de enero, a partir de las 19:00, en la Calle Santa Lucía, 10 (cercana a la Plaza del Dos de Mayo y semi-esquina con la calle San Vicente Ferrer).
En esta ocasión nos acercaremos a la atmósfera vital de Mayo del 68 y a sus resonancias con el movimiento 15-M.

Podremos ver el documental Grands soirs et petits matins (1978) realizado por William Klein durante Mayo del 68 en el Barrio Latino de París montando ese material diez años después. La presentación y moderación correrá a cargo de Amador Fernández- Savater, periodista, editor y participante activo en diversos movimientos sociales.
Grands soirs et petits matins (1978), William Klein, b/n, 98 min.
Diez años después de que, a instancias de los Estados Generales del Cine, hubiera rodado con la cámara al hombro los sucesos más relevantes que tuvieron lugar durante Mayo del 68 en el Barrio Latino de París, el fotógrafo y cineasta William Klein monta con el metraje original un documental que capta con extraordinaria intensidad la atmósfera de las manifestaciones, reuniones y debates públicos.
La memoria pesa y aburre cuando alecciona al presente en lugar de inspirarlo y hacerle preguntas. Hay toda una memoria aburrida y pesada de Mayo del 68 (“yo estuve allí, entonces sí que se luchaba”, etc.). Pero las imágenes que captó William Klein con su cámara al hombro nos muestran (directamente, sin intermediarios) un acontecimiento vivo y que conecta con nuestro presente. Vemos el 68 como una formidable toma de la palabra por parte de miles de personas condenadas hasta entonces al silencio y el aislamiento. La calle como lugar de diálogo y los muros como espacio de expresión creativa. La alegría desbordante del encuentro entre diferentes y de la interrupción de la normalidad mortífera. La política no como un asunto de partidos o profesionales, sino como la invención de prácticas mediante las cuales las personas cualquiera se vuelven capaces de hablar en nombre propio, pensar y decidir en primera persona, planteando colectivamente los propios problemas. Una pelea, no entre izquierda y derecha, sino entre arriba y abajo. Todo ello resuena muy poderosamente con el movimiento 15-M, ¿es un espejismo o existe algún tipo de relación? ¿Qué nos dice aquel pasado sobre nuestro presente? Más de 40 años después, Mayo del 68 puede seguir dándonos mucho qué pensar.

Máscaras, ficciones, nombres colectivos...

Nuestro amigo Leónidas Martín Saura ha realizado junto a Núria Campabadal este reportaje sobre activismo y ficción para Metrópolis (TVE 2). Se trata de un repaso por cinco experiencias de uso político de la ficción, los nombres colectivos, las máscaras... Cuenta con la participación de Amador Fernández-Savater, al fin y al cabo es un tema que en Acuarela siempre nos ha tocado muy de cerca: Wu Ming, Tiqqun...





El asunto primordial de la ficción ha sido, es y será siempre la emoción, las creencias y los valores de los seres humanos. Los proyectos incluidos en este programa cumplen a raja tabla esta condición; pero lo hacen a su manera. Si los realistas franceses del siglo XIX proponían pintar lo que se veía, estas experiencias a caballo entre la ficción y el activismo social proponen hacer lo que se ve. Es como si dijesen: estamos cansados de mirar, ahora queremos vivir la imagen.
Superbarrio, por ejemplo, no es más que eso, un hombre cualquiera que tras perder su trabajo y su casa en la ciudad de México, decide convertirse en su propio personaje: un luchador enmascarado capaz de enfrentarse a los responsables políticos de la especulación urbanística. Lo mismo sucede con Unemployed Man, un guión de cómic escrito por un par de chicos que cansados de sufrir la crisis económica, deciden convertirla en una historieta repleta de superhéroes sociales que rápidamente abandonan las páginas del cómic para aparecer en las manifestaciones y campamentos contra la crisis capitalista, a lo largo y ancho de los Estados Unidos.
Las experiencias artísticas contenidas en este "Activismo y Ficción", más que intentar convencer al espectador para que acepte lo que muestran, lo que hacen es encantarlo, hipnotizarlo incluso para que suspenda la incredulidad y pase a involucrarse en el conflicto social narrado por ellas. Este es el caso de los Palestina Avatar, ese grupo de jóvenes palestinos que conmocionaron a medio mundo apareciendo en una colonia de Gaza, manifestándose contra la ocupación del ejercito israelí disfrazados de Na´vi, los personajes buenos de la película Avatar. Esos chicos se convierten en ficción, para ocupar nuestras pantallas y despertar en nosotros el deseo de cambiar este mundo. Lo mismo hace el Reverendo Billy y su Iglesia contra el consumo, que tras apropiarse de la figura de esos reverendos lunáticos que ocupan una gran parte del horario televisivo americano, logran convertir muchos de los relatos y mitologías cristianas en verdaderas flechas contra la sociedad del consumo.
Si las ficciones son proyecciones delirantes nacidas en el espacio que queda entre el autor y el que las recibe, los proyectos incluidos en este programa se centran claramente en el que las recibe: el espectador. Esta figura está entendida aquí de manera mucho más libre de lo que suelen pensar algunas corrientes críticas, para los autores de estos proyectos una imagen nunca podrá representarlo todo, por eso Anonymous realiza esta especie de ejercicio de posesión y se adueña de un rostro y un cuerpo que no le pertenecen, para operar bajo su apariencia y añadir así aquello que siempre le faltará a la imagen: la acción.
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La cena del miedo (un año después y, lamentablemente, la misma actualidad y el mismo miedo)

La cena del miedo (mi reunión con la ministra Sinde)

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[Amador Fernández-Savater, coeditor de Acuarela Libros, fue invitado (por azar, por error o por alguna razón desconocida) a una reunión el 7 de enero de 2011 con la ministra de Cultura y otras figuras relevantes de la industria cultural española para hablar sobre la Ley Sinde, el tema de las descargas, etc. En este texto cuenta lo que vivió, lo que escuchó y lo que ha pensado desde entonces. Su conclusión es simple: es el miedo quien gobierna, el miedo conservador a la crisis de los modelos dominantes, el miedo reactivo a la gente (sobre todo a la gente joven), el miedo a la rebelión de los públicos, a la Red y al futuro desconocido.]

La semana pasada recibí una llamada del Ministerio de Cultura. Se me invitaba a una reunión-cena el viernes 7 con la ministra y otras personas del mundo de la cultura. Al parecer, la reunión era una más en una serie de contactos que el Ministerio está buscando ahora para pulsar la opinión en el sector sobre el tema de las descargas, la tristemente célebre Ley Sinde, etc. Acepté, pensando que igual después de la bofetada que se había llevado la ley en el Congreso (y la calle y la Red) se estaban abriendo preguntas, replanteándose cosas. Y que tal vez yo podía aportar algo ahí como pequeño editor que publica habitualmente con licencias Creative Commons y como alguien implicado desde hace años en los movimientos copyleft/cultura libre.

¿Cómo funcionará la Ley Sinde? Preguntas frecuentes


09/01/2012. Tras las declaraciones de Lucía Etxebarría, el abogado David Bravo explica cómo se va aplicar la polémica ley.

¿Contra quién puede dirigirse el procedimiento?

Contra cualquier responsable de un servicio de la sociedad de la información que haya sido llevado ante la Sección Segunda por alguien que crea que están vulnerado sus derechos de propiedad intelectual.

¿Ante la Sección Segunda? ¿Eso qué es?

Es una comisión adscrita al Ministerio de Cultura que será la que decida si existe o no una infracción de derechos de propiedad intelectual por parte de responsables de servicios de la sociedad de la información.

En cualquier caso, yo puedo estar tranquilo porque hasta ahora los jueces han dicho que una página como la mía no infringe la propiedad intelectual.

No tan rápido. Tenga en cuenta que ahora no decidirán jueces, sino un órgano administrativo que está formado por representantes de distintos ministerios. Pueden decidir de forma distinta a la que venían sosteniendo los jueces hasta ahora. Es más, en algunos casos como el de las páginas de enlaces prácticamente se ha adelantado ya que sostendrán una postura que es contraria a la que habitualmente vienen recogidas en las resoluciones judiciales.

Bueno, pero esto irá contra páginas que ganan mucho dinero, ¿no?

Ni siquiera es necesario que ganen algo de dinero. El reglamento aclara que se podrá dirigir el procedimiento contra un responsable de un servicio de la sociedad de la información tanto si actúa con ánimo de lucro como si no. En este último caso se pide que haya causado un daño patrimonial al titular de los derechos “o sea susceptible” de causarlo, lo que es una formulación lo suficientemente genérica como para dar cabida a prácticamente cualquiera.

Pero ¿este procedimiento no iba contra las páginas esas de piratería que facturan siete millones de euros al año?

No. Va contra cualquiera que sea denunciado ante la Sección Segunda por un titular de derechos. Nada impide que sea llevado ante la comisión el titular de una web que enlaza vídeos de Youtube. La Sección Segunda será la que decida si eso es o no una infracción.

¿Qué sucedería si soy denunciado por un titular de derechos ante la Sección Segunda?

La Sección Segunda dictará acuerdo de inicio del procedimiento y le requerirá para que retire voluntariamente y en 48 horas los contenidos señalados por el titular de los derechos y que éste considera infractores.

¿Y si lo quito voluntariamente para que me dejen de líos ya se termina todo?

El procedimiento contra usted se archivará, pero el reglamento dice que esa retirada voluntaria tendrá valor de reconocimiento implícito por su parte de que usted estaba infringiendo esos derechos de propiedad intelectual. Ese reconocimiento puede ser usado contra usted si le interponen una demanda para reclamarle la correspondiente indemnización por esa infracción ya reconocida.

Entonces parece que no debo picar el anzuelo y retirar los contenidos por poco que me guste continuar con el procedimiento. ¿Qué pasos hay que dar una vez he decido que no voy a retirar los contenidos para no reconocer vulneración alguna?

Usted tendrá dos días para realizar alegaciones y proponer pruebas ante la Sección Segunda.

¿Y qué sucede después de presentar yo esas alegaciones?

Que la Sección Segunda dictará una propuesta de resolución en la que se puede solicitar la eliminación de los contenidos o la interrupción de sus servicios y le darán cinco días para presentar sus conclusiones al respecto.

Vaya, hasta ahora no he visto un juez por ninguna parte, supongo que está a punto de llegar. De acuerdo, presento mis conclusiones, ¿y ahora qué?

Ahora la Sección Segunda en un plazo máximo de tres días dictará una resolución en la que decidirá si usted está infringiendo un derecho de propiedad intelectual y en ese caso le ordenará la retirada de los contenidos o la interrupción de su servicio. Usted debe cumplir con esa resolución en 24 horas.

Un momento, ¿y eso que leí en los periódicos de que al final era un juez el que decidía todo eso?

No, eso era mentira, lo siento.

Pero, oí decir otra cosa a Lucía Etxebarría, que es hija de un abogado.

Pues no, lo lamento. El reglamento dice claramente quién decide todo de la siguiente manera: “declarado en dicha resolución que para la Sección Segunda ha quedado acreditada la existencia de una vulneración de derechos de propiedad intelectual por el responsable del servicio de la sociedad de la información, la misma resolución de la Sección Segunda ordenará al referido responsable la retirada de los contenidos que vulneren derechos de propiedad intelectual o la interrupción de la prestación del servicio de la sociedad de la información que vulnere los citados derechos objeto del procedimiento”.

¿Y si no acato la resolución de la Sección Segunda?

Entonces la Sección Segunda se dirigirá a los Juzgados Centrales de lo Contencioso-Administrativo para que se ejecute la medida.

Ah, bueno, aunque tarde y después de haber yo desobedecido una resolución, por fin llega un juez, que podrá decir que mi página no vulnera derechos de propiedad intelectual ¿no?

Pues no. La ley limita expresamente las facultades del juez, que no podrá decidir ni si existe una infracción de un derecho de propiedad intelectual ni si la decisión de cierre de la Sección Segunda es o no ajustada a derecho. Esto compete en exclusiva a la Sección Segunda. Tal y como dice el artículo 122 bis de la Ley 29/1998, el juez tendrá que autorizar sin más la ejecución de la resolución de la Sección Segunda y sólo podrá denegarla si afecta a determinados derechos fundamentales.

Pero algo tiene que estar mal en esta explicación. ¡Pero si hasta Javier Bardem estaba de acuerdo con la Ley Sinde! Y él es una persona progresista, como demuestra el hecho de que lleva habitualmente chupas de cuero.

Probablemente Javier Bardem ni siquiera sepa cómo funciona realmente el procedimiento y se ha creído sin más lo que le han contado esos fanáticos del copyright con los que se junta.

Lo siento pero no me fío de un abogado que sale en la tele debatiendo con María del Monte.

Hace usted bien. Aquí tiene el reglamento publicado en el BOE. Describe el proceso claramente (artículo 15 y siguientes) y no es necesario ser jurista para entenderlo o interpretarlo. Le animo a que lo lea y compruebe por sí mismo lo que le he explicado.