Graves sobre Nancy Nicholson

ROBERT GRAVES (Wimbledon, Londres, 24 de julio de 1895 - Deià, 7 de diciembre de 1985)
Poeta veterano de las trincheras, afectado por traumas, por explosiones, y en busca de una nueva inspiración. Conocer a Lawrence de Arabia cambiará por siempre sus versos y su vida.

NANCY NICHOLSON (1899–1977)
Primera esposa de Robert Graves. No se considera una buena esposa, sino una mujer. Quiere borrar la guerra y la prosopopeya de los hombres que la combatieron.

PRIMER ENCUENTRO CON NANCY NICHOLSON

“[…] Por esa época comencé a recordar a Nancy Nicholson. La había conocido en abril de 1916, en la casa de los Nicholson en Harlech, después de mi operación de nariz. Tenía entonces dieciséis años, y había ido a pasar las vacaciones escolares en Harlech; conocí también a su hermano Ben, el pintor, que debido al asma no se había podido incorporar al ejército. Cuando volví a Francia en 1917, fui a visitar a Ben y al resto de su familia en Chelsea, y la última persona que se despidió de mí cuando me dirigía a la estación Victoria fue Nancy. La recordaba de pie en el pórtico de su casa, con un vestido de terciopelo negro y un collar de coral. Era una joven ignorante, con una mente independiente y buen corazón; su actitud hacia la guerra era mucho más inteligente que la de la mayoría de las personas en Inglaterra. En el verano de 1917, poco después del episodio con Marjorie, la llevé a una revista musical, la primera que veía en mi vida. Era Cheep, con Lee Write, que cantaba sobre una Susana de ojos negros, y de cómo “las chicas debían convertirse en los hijos de los granjeros, quitarse la falda y ponerse pantalones de pana”. Nancy me dijo que también ella trabajaba en el campo. Me mostró sus pinturas, unas ilustraciones para el Jardín de poemas infantiles de Stevenson. Mi amor por los niños se correspondía con el suyo. Me gustaba toda la familia, especialmente su madre, Mabel Nicholson, pintora, una mujer bella y con una fantasía melancólica muy escocesa. William Nicholson, también pintor, se cuenta todavía entre mis amigos. Tony, un hermano algo mayor que Nancy, era oficial de artillería, y esperaba ser movilizado a Francia en cualquier momento […]”.


EL FEMINISMO DE NANCY (I)

“[…] Comencé a mantener correspondencia con Nancy sobre algunos poemas para niños que había escrito y que ella deseaba ilustrar. Poco tiempo después me enamoré de ella. Durante mi siguiente salida con permiso, en octubre de 1017, fui a visitarla a la granja donde trabajaba en Huntingdonshire… sola, con su caniche negro, entre granjeros, braceros y soldados heridos que trabajaban en el campo; la ayudé en sus labores. Después de eso nuestras cartas fueron más íntimas. Me advirtió que debía tener mucho cuidado al expresar mis opiniones sobre las mujeres, porque ella era feminista; la actitud de los granjeros de Huntingdon para con sus mujeres e hijas la mantenía en un estado de ira permanente. El brutal resumen de Nancy de la religión cristiana (“Dios es varón, por consiguiente todo está podrido”), me quitó un peso de encima […]”.

BODA

“[…] Volví a ver a Nancy nuevamente cuando fui de visita a Londres en diciembre, y decidimos casarnos de inmediato. Aunque no concedíamos mayor importancia a la ceremonia, Nancy no quería desilusionar a su padre, a quien le gustaban mucho las bodas y las fiestas. Yo esperaba que me movilizasen a Egipto, y además me proponía ir a Palestina. Sin embargo, la madre de Nancy puso como condición para el matrimonio (Nancy era aún menor de edad) la visita a un especialista de Londres para saber si estaba en condiciones de incorporarme al servicio activo en el curso de uno o dos años más. Fui a ver a sir James Fowler, que me había visitado en Ruán cuando estaba herido. Me dijo que mis pulmones parecían bastante saludables; aunque tenía adherencias bronquiales y el pulmón herido no alcanzaba más que la tercera parte de su desarrollo normal; afirmó que sería una locura en el estado en que se encontraba mi sistema nervioso pensar en volver al servicio activo en cualquiera de los teatros de la guerra.

Nancy y yo nos casamos en enero de 1918 en la iglesia de St. James, en Picadilly. Tenía dieciocho años y yo, veintidós. George Mallory fue nuestro padrino. Nancy había leído por primera vez esa mañana el acta de matrimonio y se había quedado tan aterrorizada que estuvo a punto de renunciar a la boda, aunque logré que la ceremonia se modificara y se redujera en todo lo posible. Es otra escena caricaturesca la que tengo ante mis ojos; yo, caminando por aquella alfombra roja, con botas de campo, espuelas y espada: Nancy, frente a mí, vestida con un traje de novia de seda azul, absolutamente furiosa; los bancos a ambos lados de la iglesia llenos de familiares; tías con pañuelos en los ojos; los niños del coro; Nancy murmuraba las respuestas con indignación; yo las recitaba con mi voz de oficial en un campo de maniobras.

Luego, la recepción. En esa etapa de la guerra, el azúcar sólo se podía obtener con tarjetas de racionamiento. Había un pastel de boda de tres pisos, pues los Nicholson habían guardado todas sus tarjetas de azúcar y mantequilla de un mes, para que supiera a pastel de verdad; pero cuando George Mallory quitó la caja de plástico que imitaba el hielo, un suspiro de desencanto escapó de boca de los invitados. De cualquier manera, el champán era otro producto muy difícil de obtener en esos días, y los invitados se arremolinaron ante la docena de botellas que había en la mesa.

–Espera –dijo Nancy–; por lo menos voy a obtener algo de este matrimonio.

Después de beber tres o cuatro copas, Nancy salió de la habitación y volvió a aparecer vestida con sus pantalones y su chaqueta de trabajadora agrícola. Mi madre, que había disfrutado enormemente de la ceremonia y la fiesta, tuvo que apoyarse en su vecino, el ensayista E.V.Lucas; luego exclamó:

–¡Oh, cielos, me hubiera gustado tanto que no hiciera eso!

La turbación que experimentamos en nuestra noche de bodas (tanto Nancy como yo éramos vírgenes) la atenuó una incursión aérea alemana; las bombas arrojadas por un zepelín no lejos de allí produjeron una confusión indecible en el hotel.

Una semana después, Nancy volvió a su granja y yo a mi campamento en Kinmel Park […]”.


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